Antes de explicar este punto esencial en mi vida, quiero
aclarar que este blog no es una gran obra narcisista y megalómana en la que
sólo me dedico a explicar cosas acerca de mi vida, ni una autobiografía ni nada
por el estilo, estas primeras entradas las dedico a explicar lo que me mueve y
me motiva con el único fin de que sirvan un poco de “declaración de intenciones”
acerca de lo que voy a publicar en el blog. Así pues voy a explicaros o
detallaros mi relación con las artes marciales, lo que significan para mí.
Si con el caso de la medicina dije que no se en qué momento
empezó a apasionarme y que en principio yo no estaba predestinado a ser médico…
ocurre todo lo contrario con las artes marciales. No puedo recordar un solo
momento de mi vida en la que no hayan estado presentes, ya que desde que tengo
recuerdo sólidos, allá por los 5 años, yo ya estaba apuntado a Karate en un
pequeño gimnasio de mi barrio.
Así pues, antes de explicar más profundamente mi relación
con las mismas, podemos concluir que soy karateka, llevo desde que tengo uso de
razón practicando karate, y a día de hoy sigo haciéndolo. Al principio, yo
practicaba karate como un deporte más, sin muchas aspiraciones ni nada por el
estilo, pero lo cierto es que estaba plantando la semilla de unas habilidades
motoras y propioceptivas que me convertirían en un privilegiado para las artes
marciales y los deportes de contacto.
Esta actitud “pasiva” hacia el kárate cambió cuando contaba
alrededor de 15 años, en ese momento el profesor que tenía en ese momento
(porque no era más que un profesor) se fue del dojo en el que entrenaba y fue sustituido por el hombre responsable
de lo que soy a día de hoy, mi maestro, Magín Novillos. Algunos de los
veteranos del dojo ya habían dicho que era estricto, y además de los karatekas más
veteranos de España, pese a contar alrededor de 50 años.
Resultó que Magín era el director técnico de la federación
española de karate, amén de cinturón negro 6º Dan (muy pocos en España) y
alumno directo de Yasunari Ishimi, alumno directo del heredero del creador de
mi estilo de karate, e introductor del mismo en España… es decir el máximo
representante de mi estilo de karate y del karate en general en España. (Os
dejo un enlace con una entrevista al mismo que encontrareis más reveladora: http://www.karatetotal.com/karatekas/yasunariIshimi.htm)
El caso es que apenas un par de clases con mi nuevo maestro
despertaron en mi, un adolescente bastante entusiasta, una pasión por el kárate
como nunca antes la había sentido, y es que eras algo mío, algo que me
diferenciaba de los demás y con lo que me identificaba plenamente… y empecé a
leer libros, a empaparme de a filosofía del karate-do, del “camino” del karate.
A la vez, también di el salto cualitativo en cuanto a la práctica, y Magín supo
despertar en mi habilidades que yo desconocía, así como pulirlas, pasé de ser un
“chaval fuerte, algo brutote pero técnicamente desastroso” a alguien que
buscaba la perfección técnica y dejaba la fuerza a un lado (a día de hoy sigo buscándola
por supuesto).
Cierto día, Magín nos comunicó que originalmente él había
llegado a ese dojo como un favor, para cubrir un hueco, y que debía irse. Sin
dudarlo un instante yo, y algunos de mis compañeros nos fuimos con él, y aún a
día de hoy con él seguimos, y seguiré hasta que su cuerpo aguante y siga dando
clases, él es mi auténtico “sensei”,
mi maestro.
Así pues, sin hacer mucho hincapié en competiciones y logros
deportivos, se podría decir que cambié mi mentalidad totalmente acerca de las
artes marciales, y pasaron de ser una actividad que realizaba 2 veces en
semana, a mi forma de vida, mi filosofía de vida. Estudié los códigos éticos de
las artes marciales, creados en su origen por los samuráis, y muy estrictos, y
aquello me fascinó… y me mejoró como persona, debo decir que en la vida me he
peleado en la calle (muy a diferencia de mis amigos) ni he sentido jamás la
necesidad de demostrar ni imponer mi fuerza, y me siento orgullosísimo de ello.
A los 20 años, cuando entré en la universidad, me he visto
obligado a cambiar de ciudad, y por tanto no he podido seguir asistiendo
regularmente a los entrenamientos con mi maestro, pero, según palabras suyas “ya
tenía suficiente nivel para probar cosas nuevas durante ese periodo, nutrirme
de otros estilos y otras disciplinas e incorporarlas a mi karate”… y eso hice.
Desde entonces he hecho Muay Thai, Boxeo, Aikido, y a día de
hoy practico Kendo y Taekwondo (estoy bastante implicado con el Taekwondo), y
me he nutrido y enriquecido con todas y cada una de las disciplinas. Así pues,
se puede decir que, pese a que en mi corazón siempre voy a ser karateka, me
considero más lo que los japoneses definen como un “bushi” que no quiere decir
otra cosa que “guerrero”, es decir, un practicante de artes marciales en
general. Otros prefieren ser definidos como “budokas” es decir, practicantes de
artes marciales… eso ya es cuestión personal, yo prefiero el término “bushi”
porque me considero un luchador en general, no solo en cuanto a las artes
marciales...
Y eso me llevará a explicaros otro día el tatuaje que me
cruza toda la espalda, el “Bushido”, o “camino del guerrero”, pero eso ya es
otra historia…
¡Nos leemos!
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