viernes, 4 de enero de 2013

Solo una rémora



Cambiando un poco de tercio, voy a dedicar unas palabras a esa amante exigente y demandante que es La Bolsa. Veréis, yo no soy un bróker, ni un verdadero trader, o especulador o… lo que queráis. Siento una admiración tremenda por aquellos que son capaces de dedicarse en cuerpo y alma a este gratificante negocio, que aprenden a leer e interpretar gráficas con pasmosa habilidad, y que con un vistazo a las posiciones de los valores, son capaces de “prever” en gran medida el movimiento del valor (y en caso contrario, de corregir rápidamente).

Yo, sin embargo, soy algo más parecido a una rémora bajo un gran tiburón… me explico, ellos son los grandes tiburones, salen a la caza de valores, y, si son muy influyentes, incluso son capaces de moverlos acorde a sus intereses, sea especulando a la baja o comprando al alza… en definitiva, son los grandes tiburones de este océano que es la bolsa.

Yo, más modesto en posesiones y conocimiento, tengo que tratar de ser esa pequeña rémora que va bajo el tiburón, alimentándose de su despojos, y aprovechando su protección. Mi función en la bolsa consiste en detectar los movimientos de los “grandes tiburones” y tratar de nadar bajo ellos en su misma dirección, huyendo rápidamente si ellos se retiran, esto es: si detecto, o mejor dicho, veo que un valor tiene presión alcista, compro, ajusto el stop-loss, y por supuesto sufro con los nervios de punta ante un cambio de tendencia.

Vendo tan rápido como los beneficios superan (aunque sea a veces por muy poco) los costes de la transacción, y busco otro gran tiburón al que aferrarme.

Evidentemente, con este “modus operandi” no seré millonario ni nada por el estilo jamás, pero tampoco asumiré nunca un riesgo que me lleve a la pérdida de mi bien más preciado: la liquidez. Como buena rémora, yo no tengo la presión sobre mis hombros de alcanzar una presa, y si me adhiero a un tiburón que veo que no tiene mucho futuro, me suelto de él mucho antes de que ocurra el desastre… y busco un mejor compañero.

¿Qué si aún así pierdo? ¡Claro! ¡Con mucha frecuencia! De lo contrario estaría ahora mismo en un destino mucho mas cálido, con un daiquiri en la mano izquierda, mientras con la derecha me dedico a escribir libros sobre cómo he amasado mi fortuna… y no la situación en la que estoy ahora mismo, sentado en una mesa de escritorio, en la casa de mis padres o mi colegio mayor, estudiando mientras dirijo nerviosas miradas a los valores en los que estoy metido, deseando ganar 100€ con los que aumentar mi patrimonio granito a granito…

Pero tampoco me las voy a dar de víctima, porque esto es adictivo… “ganas” dinero de la nada, te aprovechas del pánico de la gente cuando huyen para “vender humo” y te sumas a la euforia cuando ésta se da para intentar pillar cacho en el saqueo de la turba entusiasmada…

En fin, que se podría decir que no soy sino una rémora, un pequeño organismo comensal de los grandes tiburones de los mercados de valores, que ni les molesto, ni les beneficio, sencillamente intento sobrevivir en este océano identificando a los grandes depredadores y sumándome a su corriente.



¡Nos leemos!


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